
Recuerdo perfectamente el agudo olor a quemado que se introducía en la Camper, a pesar de llevar los cristales completamente cerrados para protegernos del intenso calor exterior. Era finales de agosto de 2021; habíamos pasado unos días en Galicia y, antes de volver a casa, queríamos conocer la Sierra de Gredos. Tras pasar Ávila giramos hacia el sureste por la N-502 y pronto vi los carteles del Castro de Ulaca; recientemente había hecho un trabajo sobre las saunas prerromanas y en dicho castro estaba una de las mejor conservadas. Eran sobre las cinco de la tarde; igual tenía la oportunidad de conocerlo.
Aquel 2021 no fue un año especialmente cruento con nuestros bosques, pero sí se cebó en la provincia de Ávila: aquel incendio acabó arrasando unas 22.000 ha.
Abandonamos la N-502 y traspasamos Solosancho; inmediatamente después comienza el horror. La pedanía de Villaviciosa había sido completamente rodeada por el fuego, había tenido que ser desalojada y el fuego se había cebado con varias granjas. Rabia e impotencia: los incendios van a acabar con nuestros bosques y especialmente con nuestro mundo rural, aquel que era el hábitat habitual de nuestros abuelos y que hoy pende de los hilos de una marioneta.
Desde Villaviciosa al aparcamiento hay apenas 1 km por una pista en buenas condiciones. Alrededor, todo negro. Al llegar me dirigí a la caseta, y la primera respuesta fue negativa: “No se puede pasar”. Le comenté mi situación: “Vengo desde Barcelona”, “me interesa conocer la sauna”, “por favor, tendremos cuidado”, fueron algunas de mis frases. Afortunadamente, la respuesta se tornó positiva: esa misma mañana un grupo técnico había procedido a la inspección del castro, había dictado que no había peligros para la visita y el fuego estaba completamente extinguido. “Pensamos abrir mañana, pero pasad sin abandonar los caminos; sois los primeros visitantes tras el incendio”. Mil gracias, pero qué triste honor.

¿Quiénes fueron los vetones?
Los vetones fueron los protagonistas de gran parte de la Edad de Hierro en la Meseta Occidental, en las actuales provincias de Ávila, Salamanca, la parte más oriental de Cáceres, el norte de Badajoz y el occidente toledano. Su origen, como la práctica totalidad de los pueblos prerromanos, es incierto; la hipótesis principal versa en torno a una evolución interna de la cultura Cogotas I del Bronce Final, con una importante aportación foránea. Sobre esta última se trabaja con la posibilidad de la llegada de grupos tartesios tras su misterioso final cultural; en definitiva, eran pueblos que se conocían bien gracias a los contactos comerciales y culturales a través de la Vía de la Plata.
Conocidos como la “Cultura de los Verracos”, fueron un pueblo con una marcada personalidad propia basada en el binomio pastores-guerreros. En la actualidad se contabiliza el hallazgo de más de 400 verracos distribuidos por la antigua geografía vetona; de ellos más de la mitad en Ávila, con gran probabilidad el espacio geográfico donde se desarrolló el poder más centralizador de esta cultura. Estas figuras zoomorfas de gran tamaño se convirtieron en marcadores territoriales e iconos protectores.
El hinterland de los vetones refleja grandes castros de poder, como Ulaca o El Raso, junto a pequeños poblados y casas solitarias, con construcciones adaptadas a la vida pastoril. Si en algo nos distinguimos como especie es en el aprovechamiento de los recursos territoriales: los vetones disfrutaron, como sus antecesores, de una orografía de sierras y dehesas espléndidas en pastos, donde fomentaron la ganadería extensiva como principal recurso económico. A pesar de que los verracos representan toros o cerdos, conocemos gracias a los registros arqueofaunísticos que los grandes rebaños que recorrían el territorio eran de cabras y especialmente ovejas.

Pero, además de pastores, y a diferencia de los vecinos vacceos, los vetones fueron una sociedad guerrera. Un hecho del que nos ha quedado constancia tanto en el registro arqueológico como en las fuentes clásicas. La sociedad vetona estaba marcada por la jerarquización: las tumbas señalizadas con estelas contienen ajuares de riqueza junto a la panoplia completa de un guerrero; indudablemente era una cultura regida por una aristocracia guerrera. Sus luchas debieron de ser internas y protagonizadas por el control de los pastos: los verracos, de alguna forma, delimitaban la propiedad de los mismos; su uso debía ser previo acuerdo económico. No era más rico el que tenía más cabezas: el más rico era el que tenía más pastos. Menos conocemos sobre las relaciones entre los poderosos y cómo afrontaron las invasiones foráneas, que las hubo a partir del siglo III a. n. e. Según se refleja en las fuentes clásicas, primero hicieron frente a los cartagineses de Aníbal (220 a. n. e.) y posteriormente a las tropas romanas encabezadas por el pretor Marco Fulvio (193 a. n. e.).
El castro de Ulaca
Volviendo al castro de Ulaca, recuerdo la triste subida por el sendero rodeado de unos pastos arrasados por el fuego. Hasta la entrada norte del espacio amurallado hay unos tres cuartos de hora a paso tranquilo y poco más de 200 m de desnivel.

Ulaca se sitúa al norte de la Sierra de Paramera, ejerciendo un evidente control sobre el Valle de Amblés, donde actualmente se localiza la capital abulense. A 1.500 m de altitud y rodeada por una potente muralla de unos 3 km de extensión, con imponentes torres que ejercían los controles de acceso a la población. Entre 60 y 70 ha que debieron de ubicar la morada de cerca de 1.500 personas; este dato la convierte en la más importante del pueblo vetón. Su visión elevada e impenetrable debía de ser la imagen típica de los grandes centros de poder prerromanos de la península ibérica.
En su interior, además de construcciones significativas como la sauna o el conocido altar de sacrificios, se hallan unas 250 casas, mayormente aisladas, adaptadas al territorio, sin trazado urbanístico evidente y con clara orientación a la salida del sol. Sus dimensiones eran muy variables, con un patrón entre 40 y 80 m², junto a edificaciones de alrededor de 500 m², evidencia clara de las aristocracias guerreras. En el análisis arqueológico se suelen exponer teorías de que dichas viviendas tienen componentes estructurales orientalizantes, ¿tartesios? Entre viviendas, espacios para la alimentación de pequeños rebaños, posiblemente dedicados al consumo interno. Las casas tenían forma cuadrada o rectangular, erigidas con material pétreo hasta el nivel de la techumbre, que se cerraba con madera y restos vegetales.
Ulaca tiene muchos signos de capitalidad y centro de poder regional. La ciudad debió de ser autárquica: junto al cementerio de la parte norte se hallan estructuras industriales de las cuales se han extraído restos de cerámica, forja, textil o cantería. La oveja era el producto estrella; además del aporte cárnico y sus derivados de la leche, su lana está muy presente en los restos de los telares. Junto a ella la cabra, con una utilización similar. Mientras, las vacas debían de ser un animal más controlado por las élites y posible protagonista de los intercambios. Es cierto que la agricultura estaba por debajo de la ganadería en cuanto a importancia, pero no parece que fueran necesarios los intercambios para su consumo; en Ulaca aparecen molinos con restos de trigo, cebada o bellotas. Bajo la falda donde se ubica la población y hasta el río Adaja hoy día se utiliza para la recolección de cereales; la distancia es de unos 5 km.

La sauna de Ulaca
Aquel día había acudido a Ulaca para ver esta edificación. Es cierto que cada uno de nosotros trabajamos mentalmente con una serie de ideas preconcebidas, y cuando vemos algo que las resquebraja necesitamos encontrar una serie de porqués. Siempre había asignado las saunas a la cultura romana. Pues no…
Al llegar al lugar se observa perfectamente la estructura de la construcción, semiexcavada en una gran losa granítica y cerrada por muros de piedra. La estancia, de forma rectangular, no es muy grande, unos 15 m² y no más de 6,5 m de largo. A pesar del pequeño tamaño está dividida en tres estancias con diferentes niveles, en sentido descendente desde la entrada. Primero nos encontramos con una antecámara (zona de espera), luego el lugar principal de la actividad y, por último, el horno.
El lugar no se decidió estudiar hasta los años 80 del siglo pasado. Destaca su excepcionalidad en el mundo vetón, de ahí que se buscaran comparaciones para encontrar un significado. Pronto se halló la similitud con un tipo de construcción denominada “pedras formosas”; su nombre proviene de las grandes losas decoradas con motivos geométricos grabados en las puertas de entrada a estas edificaciones. Sus hallazgos durante los dos siglos previos en la cultura castreña del norte peninsular y los vecinos lusitanos habían sido habituales; algunos ejemplos son Briteiro, Sta. María de Galegos o Coaña. Aunque los errores interpretativos también fueron habituales: estas construcciones se asignaban a espacios de culto al agua, crematorios, sacrificios de animales o hornos para templar las armas. Fue en 1955 cuando el conde Valdés asignó por primera vez un uso termal de estas instalaciones, aunque su error fue señalar una posible aculturación romana.

Ejemplos de estas construcciones se han hallado en diferentes zonas de Europa; la más antigua en Suiza, datada en el III milenio a. n. e., a finales del Neolítico, es decir, en un espacio geográfico que verá surgir posteriormente la cultura celta. Son también muy habituales en la zona atlántica: Escandinavia, Islas Británicas y, en general, en el centro-norte europeo.
Sobre su uso habrá que leer a Estrabón, el geógrafo grecorromano del siglo I a. n. e., al comparar a los vecinos lusitanos con los espartanos de la antigua Grecia:
“Ungiéndose con grasa y bañándose en sudor con el calor obtenido con piedras candentes y posteriormente tomar baños de agua fría”.
En definitiva, lo que se hacía en la sauna de Ulaca es muy similar a lo que hacemos hoy al acudir a las típicas y turísticas saunas finlandesas. Pero es evidente que el motivo era diferente: no tenía ni carácter lúdico ni terapéutico, ya que la hipótesis más coherente es su carácter ritual. Estamos hablando de sociedades protohistóricas con un marcado talante guerrero, y todo apunta a un rito iniciático de los jóvenes vetones que habían llegado a la edad óptima para coger las armas. Ritos con un origen indoeuropeo, es decir, como todo lo relacionado con la evolución social y cultural de Europa, casi todo, por no decir todo, tiene una marcada senda este-oeste. La sauna de Ulaca era testigo de un rito ancestral surgido de algún rincón de las estepas orientales y adoptado por pueblos de las Orcadas escocesas, por pueblos germánicos, por los escitas, por los espartanos griegos y por los vetones de Ávila. Al parecer, Estrabón estaba en lo cierto con su comparación.
El altar de sacrificios
Un altar de sacrificios ya llama la atención por sí solo. Son espacios que nos exhiben una mentalidad cultural basada en una serie de ritos muy alejados de los actuales. Además de sugerentes, solo pensar que seres humanos pudieron ser sacrificados en ese lugar invita doblemente a conocerlo y a entenderlo mucho mejor.
Además, el altar de Ulaca es una edificación muy significativa, única en el caso de los vetones y una de las más evidentes y reconocibles de toda la península ibérica. Lo primero que llama la atención es su posición central, en un hipotético camino que une dos de las puertas principales del recinto amurallado. El hallazgo cercano de un brazalete de la Edad del Cobre nos permite especular sobre un espacio religioso muy anterior al asentamiento de los vetones y sobre la posibilidad de que el altar fuera la edificación central que “eligiera” el lugar donde construir la ciudad vetona.
Recuerdo cómo la construcción se divisaba desde cierta distancia, emergiendo entre pastos quemados, resaltando el color ocre entre el funesto negro, una construcción esculpida en una gran roca de 16 × 12 m. Dos escaleras conducen a dos plataformas superiores; desde una de ellas un canal cincelado en la roca hacía de vía de comunicación con otra plataforma inferior. Es evidente que por ella descendía la sangre de la víctima. Estas principalmente serían animales, con ritos habituales entre las sociedades prehistóricas sobre la fertilidad, la agricultura, la ganadería, etc. Un inciso para señalar algunos que he encontrado curiosos: los sacrificios de ciervos para adornar las murallas con astas como símbolo protector. Pero lo que más intriga es si por aquel canal descendía sangre humana. Es evidente que es muy difícil saberlo con certeza; aun así, podemos especular que es muy posible.

El problema es que quienes nos informan sobre esta posibilidad son los enemigos de los vetones: Estrabón, Plutarco o Tito Livio, por cierto, todos posteriores a la cultura vetona o lusitana, que es de la que nos suelen hablar al ser sus grandes enemigos durante su conquista de la península ibérica. Esto los convirtió en seres malvados y crueles que decapitan a sus enemigos (romanos) para adivinar con sus entrañas los próximos movimientos del rival. Esto, dicho por los romanos —que supongo que no entraron en Hispania pidiendo permiso—, debemos entenderlo con cautela. Pero el registro arqueológico, en parte, refrenda a los autores latinos: se han hallado ejemplos de decapitaciones a lo largo y ancho de toda la geografía peninsular. Una de ellas, significativa en el mundo vetón, en concreto en la Necrópolis de Usera (Chamartín de la Sierra, Ávila), del siglo IV a. n. e., situada a un día caminando al norte de Ulaca. Pero lo más curioso es la interpretación que se ha dado a estas dos decapitaciones: la primera se halla en la parte más antigua del camposanto; la segunda en la parte final del mismo. ¿Estamos ante un rito fundacional del castro colindante (Castro de la Mesa Miranda) y un rito de despedida del mismo? En fin, posiblemente por el canal del altar de Ulaca descendió sangre humana.
Algunos consejos para autocaravanistas
Vaya por delante que podemos considerar a la provincia de Ávila como un lugar permisivo con los que viajamos en autocaravana.
Para visitar Ulaca no hay problema: la pista de acceso ha sido acondicionada con posterioridad a 2021 y desde Villaviciosa hay poco más de 500 m. Además, a los que nos gusta pernoctar en sitios tranquilos podemos usar el mismo aparcamiento del yacimiento; y si queremos pasar la noche en una población, en las piscinas de Solosancho también está permitido.
Ávila, ciudad Patrimonio de la Humanidad, y su espectacular casco histórico, están a unos 30 minutos; allí encontraréis un área de autocaravanas privada cercana a la muralla.
Fuentes:
Álvarez, J., Almagro, M. (1993). La “sauna” de Ulaca. Saunas y baños iniciáticos en el mundo celta. Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra, nº 1, pp. 177-254.
Berrocal, L. Almagro, M. (1997). Entre íberos y celtas: sobre santuarios comunales urbanos y rituales gentilicios en Hispania. Quaderns de prehistòria y arqueología de Castelló, nº 18, pp. 567-588.
Sánchez, E. (2011). Rebaños, armas, regalos: expresión e identidad de las elites vetonas, en Castros y Verracos: Las gentes de la Edad de Hierro en el occidente de Iberia. pp. 159-190.
Álvarez J. (2010). La paleodemografía de los vettones. Revista de Demografía Histórica-Journal of Iberoamerican Population Studies. Vol. 28, nº 1 pp. 71-90.
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